sábado, 21 de octubre de 2017

Comenzar con Dios 21

𝍄 ñitholn 21 oct 17 6:20h

2Corintios 10.5 Destruimos argumentos y toda altivez que se levanta contra el conocimiento de Dios, y llevamos cautivo todo pensamiento para que se someta a Cristo.

2Cor 10.5

Pensamientos Errantes

I. ¿Cuáles son las diversas clases de pensamientos errantes?

II. ¿Cuáles son, en general, los motivos que los ocasionan?

III. ¿Cuáles de ellos son pecaminosos y cuáles no lo son?

IV. ¿De cuáles de ellos podemos esperar ser liberados y orar para que lo seamos?
 
I. Pensamientos que divagan apartándose de Dios, y pensamientos que se apartan del punto específico que tenemos en vista. (1. Pensamos en lo que amamos, pero no amamos a Dios;) (2. Pensamientos que se apartan del tema particular que yo tenía en vista, sino en los cuales el corazón no divaga aparte de Dios, sino que el entendimiento divaga lejos del tema particular que tenía en vista.)

II. Tendencias pecaminosas. Sal 10:4 Tan soberbio es el impío que no busca a Dios, ni le da lugar en sus pensamientos. (Todos pensamientos errantes proceden fácil y naturalmente de esa maligna raíz de incredulidad.)

III. En primer término, todos aquellos pensamientos que deambulan aparte de Dios, que no le dejan a él lugar alguno en nuestras mentes, son indudablemente pecaminosos. Haciendo abstracción de estos casos, los pensamientos errantes, en el segundo sentido de la palabra (esto es, pensamientos en los cuales el entendimiento divaga aparte del asunto que tiene en vista) no son más pecaminosos que el movimiento de la sangre en nuestras venas o de los estados de ánimo en nuestro cerebro

IV. De lo anteriormente considerado es fácil dar una respuesta clara a la Ăşltima pregunta: de quĂ© clase de pensamientos errantes podemos esperar que seremos liberados y orar para que asĂ­ sea. 

Oremos, más bien, tanto con el espĂ­ritu como con  el entendimiento, para que todas estas cosas ayuden para  nuestro bien; que podamos sufrir todas las enfermedades de nuestra naturaleza, todas las interrupciones de las  personas, todos los asaltos y sugestiones de los malos espĂ­ritus, y que en todo seamos más que vencedores.  
Oremos para que seamos liberados de todo pecado, para que tanto la raĂ­z como las ramas sean destruidas, para que  seamos liberados de toda contaminaciĂłn de carne y de  espĂ­ritu, de todo mal genio, palabra y obra; para que podamos amar al Señor nuestro Dios con todo nuestro corazĂłn, con toda nuestra mente, con toda nuestra alma, y  con todas nuestras fuerzas; para que todo el fruto del  EspĂ­ritu pueda ser hallado en nosotros, no solamente amor, gozo, paz, sino tambiĂ©n paciencia, benignidad, bondad, fe,  mansedumbre, templanza. 
Ora pues para que todas estas  cosas puedan florecer y abundar, y puedan aumentar en ti  más y más, hasta que te sea otorgada amplia y generosa entrada en el reino eterno de nuestro Señor y Salvador  Jesucristo.

Rom 7.12 Podemos decir, entonces, que la ley es santa, y que el mandamiento es santo, justo y bueno.

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