𝍄 ñitholn 30abr17 6:08h
Sal 6.1-8 Señor, no me reprendas en tu ira; no me castigues en tu enojo. Señor, ten misericordia de mí, que estoy enfermo; sáname, pues todos mis huesos se estremecen. Señor, todo mi ser se halla alterado. ¿Hasta cuándo me responderás? Hazme caso, Señor, y ponme a salvo; por causa de tu misericordia, ¡sálvame!. En la muerte, no hay memoria de ti; en el sepulcro no hay quien te alabe. Me estoy consumiendo de tanto llorar; Todas las noches lloro amargamente y baño con lágrimas mi lecho. Cansados de sufrir están mis ojos; mis adversarios los han hecho envejecer. Ustedes los malvados: ¡apártense de mí, que el Señor ha escuchado mis lamentos!
El salmista es un creyente que da por sentado que puede acercarse directamente a Dios. ¡Qué privilegio tenemos que en Cristo sabemos que siempre podemos llegar directamente a Dios!